Dejamos las manos en esas fábricas.
Manos llenas de frío
Manos hambrientas de infancia
Dejamos las manos en esas fábricas
No fuimos las iluminadas
No cantara para nosotras la historia
Dejamos las manos en esas fábricas
Y no tenemos campos
Y no tenemos pampa
Solo un bus, que día y noche pasa.
Y las muchachas cierran a la carrera el silabario.
Llevando el cuento del niño y las canicas a sus espaldas.
Dejamos las manos en esas fábricas
Son las tres de la mañana y toca la colación.
En los casilleros, las amigas esperan a las vecinas.
Las hermanas buscan los zapatos de sus hermanas.
Y ahí fuera, la
noche y un par de estrellas
Que mis amigas se
detienen a contemplar
El casino y las risas.
Las rancheras rondan las mesas.
Voces rápidas cuentan historias de casas en Molulco,
Terao, Huicha, Rauco, Chonchi, Castro y LLicaldad.
Caminan en silencio por esos corredores, buscando la mano
vieja y áspera que los traiga devuelta a su hogar.
Las manos que harán la tierra, las manos que amasan el
pan, las manos que tejen y bordan, las manos que llevan el bote al mar.
Dejamos las manos en esas fábricas.
Manos pequeñas, de niña y sal.
Terminada la jornada, los buses esperan.
Los cuerpos cansados de mis compañeras, se pierden
En sueños de una playa en Llaldad o los dedos sobre la
madera de la casa familiar
Los senderos que las abuelas descalzas trazaron para que
las nietas puedan regresar.
Mis manos descansan entrelazadas en los dedos hinchados
de mi compañera y despiertan
Al sentir la voz de mi madre, esperándome en el portón.